Noviembre
1999 / Traiciones
en el gineceo
“A
la caza del último hombre salvaje”
Ángela Vallvey
Emecé (Barcelona, 1999)
222 Páginas/ 1.900 pesetas
Ángela
Vallvey no es ninguna primeriza en el ámbito de las letras. A sus
dos estupendos poemarios, Capitanes de tinieblas y El tamaño del
universo, hay que añadir tres novelas juveniles en las que ya apuntaba
sus buenas dotes de narradora: Kippel y la mirada electrónica,
Vida sentimental de Bugs Bunny y, entre iq option download ambas, mi preferida: Donde todos
somos John Wayne, que sólo por motivos comerciales fue incluida
entre el fárrago de los libros para adolescentes, ya que es un
alegato despiadado contra el mundo sin futuro de los extrarradios en esta
España que va bien, una especie de contrapunto de la película
Barrio, sólo que anterior a ésta.
Ahora, la editorial Emecé rescata a Vallvey para el pelotón
de la “novela adulta”, pelotón al que debería
de haber pertenecido por méritos propios desde hace tiempo. Algún
día habrá que hacer un serio debate, que se sale de los
objetivos de esta reseña, sobre tan pintorescas clasificaciones
mercadotécnicas, que separan a los autores, como si fueran futbolistas,
en gente de primera o de segunda división, en vez de discriminarlos
según su calidad. Pero ésas son otras guerras.
A la caza del último hombre salvaje, digámoslo de entrada,
es una divertidísima y trepidante novela, montada a la manera de
una amable comedia de George Cukor, con toda una serie de hilos narrativos
que se van desplegando y que, al final baixar iq option, terminan atados y bien atados.
El símil cinematográfico no es banal, pues Vallvey, hija
de su época, tiene perfectamente asimilada una técnica narrativa
muy visual —heredada del séptimo arte— que ofrece aquí
al lector a través de 33 capítulos/escenas de corta factura.
La historia, contada en primera persona por Candela, gira en torno a un
verdadero gineceo, un piso de clase media habitado nada menos que por
nueve mujeres de diferentes edades: abuela, tía, madre, seis hermanas
y una nieta. Los hombres sólo existen en el exterior, como una
huella dolorosa que las ha marcado a todas.
Candela, una lúcida muchacha que abandonó los estudios de
Biología para dedicarse a embalsamar fiambres en una funeraria,
se apodera por casualidad de un montón de diamantes que un fallecido
patriarca gitano tenía escondidos en su cayado, mientras lo adecenta
para el entierro. A partir de ahí todo se acelera. La posibilidad
de cambiar de vida y escapar de la dependencia económica la familia
que sufre a manos de la tía Mariana —amargada y déspota—
marca sus siguientes pasos.
Los personajes adultos, vistos siempre a través del ojo subjetivo
de Candela, aparecen narrados iq option baixar con pinceladas superficiales y tiernas,
formando un caleidoscopio de diferentes tipos de mujer: la madre y la
hermana Gádor son las eternas sufridoras a manos del macho; Carmina
es bruta y trabaja en una carnicería, pero tiene su corazoncito,
y Brandy, que conoce perfectamente el arma de su entrepierna, la utiliza
a la perfección. Todas ellas, salvo Candela, son incultas y vegetan
en la sociedad anestesiada y consumista que nos ha tocado vivir y, muy
en consecuencia con el neoliberalismo aznariano, ausente está asimismo
en estas páginas cualquier ideología que no sea la de resolver
los problemas a través del dinero. Pero el dinero, ay, crea sus
propios conflictos y, en una irónica pirueta, Vallvey despoja a
Candela del producto de su casi-robo por medio de Gádor, la hermana
que parecía más tonta de todas. Por fin, en una escena que
parece homenaje a El tesoro de la Sierra Madre de Huston, vemos a la muchacha
carcajearse hasta las lágrimas de su propio infortunio. Pero eso
no es todo: la novela procede a una última vuelta de tuerca que
me callo, para que el lector la descubra por sí mismo.
¿Y quién es ese hombre salvaje del título? Ángela
Vallvey nos engaña en un principio haciéndonos creer que
se trata de Amador, el hijo del patriarca gitano, un prodigio sexual del
que Candela se enamora. Pronto, sin embargo, aprendemos que este Amador
(el nombre lo delata) es sólo la imagen especular del padre ausente
—mujeriego e incestuoso—, que abandonó a su familia
de mujeres dejando a la narradora llena de nostalgias. Y así, a
pesar de que en la página 125 Candela le lanza a Freud un dardo
ponzoñoso, el lenguaje termina por traicionarla y confiesa en varias
ocasiones que su padre es el hombre más importante de su vida (por
ejemplo, en la pág. 172). Estamos, pues, ante un complejo de Electra
mal curado, debido a lo cual Candela, olvidando con generosidad las traiciones
pasadas, optará por dedicarse a la búsqueda —que no
a la caza— de su esquivo progenitor.
Ojo a Ángela Vallvey. Dará que hablar.
Manuel
Talens
Mon, Nov. 10, 2003
Vargas Llosa cierra una exitosa Feria del
Libro
CAROLINE EDANT
Especial para el Nuevo Herald
El escritor peruano Mario Vargas Llosa cerró ayer con broche de
oro la XX Feria Internacional del Libro de Miami hablando de su última
novela, El Paraíso en la otra esquina, en un local que no resultó
lo suficientemente grande como para albergar a todos los que acudieron
a oírlo al Miami-Dade College (MDC) del downtown.
Las actividades
de este año, en que la feria cumplió su veinte aniversario,
tuvieron un balance sumamente positivo, en opinión de Eduardo Padrón,
presidente del MDC, que auspicia la Feria.
''Lo más
importante es que se haya consolidado la imagen de la feria como un evento
que pertenece al mundo, a este hemisferio. Miami es más que un
carnaval'', dijo con orgullo Padrón.
Miles de personas
de todas las nacionalidades respondieron al llamado. Más de 500,000
visitantes vinieron a celebrar la fiesta del libro entre el 2 y el 9 de
noviembre, según los organizadores.
Alejandro Ríos,
encargado de comunicaciones en español de la feria, dijo que ``la
comunidad invadió la feria, casi no se podía caminar''.
Jóvenes,
familias con niños de todas las edades y jubilados acudieron al
evento. ''Los hispanos vienen con toda la familia'', subrayó Ríos.
Barbara Martí,
una joven de 15 años con un libro en la mano, vino con su madre
y hermano a la feria. Cada año, vienen juntos y se pasan el fin
de semana entero escuchando a autores y comprando libros.
''Somos adictos'',
manifestó la madre, Sonia Lorenzo.
Para esta vigésima
edición, la programación fue más densa, con más
opciones. Entre las novedades, estuvo el Pabellón Internacional
que rindió homenaje a la literatura y cultura de Argentina, Panamá
y México. Los organizadores dieron también una especial
atención al sector de los niños con una Callejuela de los
Niños ampliada. ''Ya que el propósito de esta feria es atraer
a nuevos lectores, acercar las personas al libro'', explicó Ríos.
Para que esta
feria fuera aún más atractiva, se invitó a un número
mayor de escritores que el año pasado. Cerca de 350 autores asistieron
al evento, dando lecturas, conferencias, talleres y firmas de autógrafos.
Importantes
personalidades del mundo literario participaron en esta fiesta. Toni Morrison,
novelista norteamericana y Premio Nobel, abrió la Feria. Después,
durante una semana, desfilaron grandes intelectuales como Zoé Valdés,
Carlos Alberto Montaner, Elie Wiesel y muchos otros.
La sección
iberoamericana tuvo asimismo un auge significativo, con la presencia de
más de 80 autores latinoamericanos.
Este año,
el público mostró un gran interés por los trabajos
de historiadores y ensayistas.
Según
Padrón, ``el tema político ha tomado mucho auge. La gente
se pregunta a dónde va el país, reflexiona sobre su papel
de liderazgo y eso refleja la gran inquietud por la actualidad mundial''.
También
manifestó su entusiasmo por la poesía, género normalmente
relegado. Este año, fue un ''tributo a la poesía'', comentó
Ríos.
Una de las
lecciones de esta XX Feria Internacional del libro la dio la poeta y novelista
española Angela Vallvey: ``Que lean cualquier libro, así
van a encontrar frescura y va ser una vida más plena''.
Toledo (España)
7, 8 y 9 de julio 2003
Curso
de verano
Mujeres y Literatura en Castilla-La Mancha
Celebración en Toledo (España) del curso de verano "Mujeres
y Literatura en Castilla-La Mancha" (5
escritores manchegas actuales: Pilar Pedraza. Enriqueta Antolín.
Alicia Giménez Bartlett. Clara Sánchez y Ángela Vallvey).
Las actividades se
celebrarán durante los días 7, 8 y 9 de julio 2003. En total
8 ponencias y dos mesas redondas. Contaremos con la asistencia de Pilar
Pedraza y
Enriqueta Antolín, además de investigadores de reconocido
prestigio: Don Francisco Díaz de Castro (Univ. Islas Baleares).
Almudena del Olmo (Univ.
Islas Baleares). Luis García Jambrina (Univ. Salamanca). Alicia
Redondo
Goicoechea (Univ. Complutense de Madrid). Ángeles Encinar Félix
(Univ. Saint Louis. Madrid). La página donde pueden localizar información
de
este curso de verano es www.uclm.es. O bien en el correo: marina.villalba@uclm.es.
La Directora Curso Verano 2003 es Marina Villalba Alvarez.
FROM
PUBLISHING TRENDS (APRIL 2002)
International
Fiction Bestsellers
Duck
and Cover
Fowl
Play in Argentina, Penelope Unbound in Spain, And Birdsell's Back in Canada
Argentina’s “official historians” are quacking away
over the latest provocation from historical novelist María Esther
de Miguel, titled The Palace of the Ducks. The book carries forward the
author’s “generally transgressive” history of Buenos
Aires and adapts a detective novel’s suspenseful structure to explore
a “dark network of complicities” that unfurls behind the majestic
19th-century palace façade. The plot follows a succession of families
who inhabit the structure over the course of a century, among them an
alcoholic writer who angles for inspiration in the life stories he finds
among the city’s watering holes, while a whole rogues’ gallery
of suspects prowls the palace in the wake of a murder. The author’s
Planeta-winning work of 1996, The General, The Painter and the Lady, has
now sold over 150,000 copies in 21 editions, and delves into a love triangle
forged amid Argentina’s wars of state formation, ultimately wringing
from the tale a roiling mix of “flesh, blood, incertitude, and the
doubts that are part of life.” As for the new book, publisher Alfaguara
printed a first run of over 12,000 copies in November, and all rights
outside of Latin America are available. See agent Mónica Herrero
at the Guillermo Schavelzon agency.
Meanwhile,
historical revisionism gets sassy in Spain, where Ángela Vallvey
has won this year’s Nadal Prize with State of Deprivation, a hilarious
homage to The Odyssey that updates Homer while satirizing the nation’s
booming self-help genre. In Vallvey’s version of the classic Greek
tale, top fashion designer Penelope strikes out on the wandering journey,
while her once philandering hubby Ulysses hangs up his painting career
for the domestic thrills of diapers and baby food as he nurses two-year-old
Telemachus. Throw in a Socratic dialogue or two, and you’ve got
the literary equivalent of the lotus flower. Vallvey’s 1999 work
Hunting the Last Wild Man was her first novel for adults, and has been
sold to France (Lattès), Germany (Krüger), Italy (Feltrinelli),
the UK (Penguin), and the US (Seven Stories), among others. About 50,000
copies of the new one are now in print following the book’s launch
in February, with rights sold thus far to France (Lattès). Contact
Anna Vilà at the MB agency in Barcelona.
Antiquity’s
also on the plate in Spain this month with Terenci Moix’s The Blind
Harpist, set in mythical Thebes and pondering the friendship of three
young men during the reign of Tutankhamun. The book contrasts religious
chastity with erotic fetishism as it shows how King Tut “returned
the gods to their rightful place after the iron grip of Akhenaten’s
monotheism.” Deemed “a splendid description” of ancient
Egypt by reviewers, the book has been said to paint “a melancholic
frieze of the extinction” of Akhenaten’s doomed dynasty. Journalist
and essayist Moix won the Planeta Prize in 1986 with Don’t Say It
Was a Dream, which has sold over a million copies in 40 editions. Rights
in the US and UK are available for the new one from Carmen Pinilla at
the Balcells agency in Barcelona. And finally in Spain, Antonio Muñoz
Molina surveys “the enigma of passion” with his latest work,
Missing Blanca. The book portrays the romantic travails of Mario and his
vivacious love interest, Blanca, as Mario obsessively worries that he’ll
lose his gal. The 46-year-old Molina won the Crítica Prize in 1987
for A Winter in Lisbon, and took home the Planeta in 1992 for The Polish
Rider. Though the book has slipped off the list this month, some 30,000
copies of the new one were sold in two months, and rights have been sold
to Germany, France, Portugal, and Italy, among other nations. See agent
Raquel de la Concha for rights.
In France,
literary darling Alexandre Jardin gets fresh with his latest novel, Miss
Liberty,
wherein the married college headmaster Horace meets up with the vixenish
18-year-old Liberty Byron, and leaps at the chance to indulge her “prodigious
taste for pleasure.” Liberty quickly teaches the old dog a thing
or two about romantic exaltation — “the infinite is her measure,
the absolute is her oxygen” — and together they traipse off
to forge a perfect love, a creation that will be “a masterpiece
or nothing at all.” Jardin’s 1999 novel Autobiography of a
Love looked at the troubled marriage of a teacher in New Hebrides whose
twin brother gallantly steps in to save the day (indeed, marriage is “the
bête noir of Alexandre Jardin,” one reviewer writes), and
his work The Zebra won the Femina Prize in 1988. Critics declared the
new book “a cry of revolt against numbness,” and, for what
it’s worth, the thirtysomething author is said to be so devoted
to joie de vivre that he putts around Paris on a scooter, so as to avoid
the moping faces on the subway. All rights are available from Anne-Solange
Noble at Gallimard.
We’re
happy to bring you the list from Denmark this month, where well-known
journalist
Gretelise Holm has inspired Paranoia throughout the Nordic nation with
her new crime
novel. The story opens on a shocking note as ace reporter Karin Sommer
discovers her dead cat hanging on her front door, and soon all hell breaks
loose as a “self-proclaimed superman” wreaks havoc on a small
Danish town. One charged-up reviewer called the book “an excellent
run for one’s money,” while another said simply: “Crème
de la crème.” In addition to her journalism, Holm has written
several books for children. Her crime fiction, however, is speedily gaining
notice, winning the Kriminalakademis prize for the turbocharged 1998 thriller,
Mercedes-Benz Syndrome. Rights to Paranoia have been sold to Sweden (Piratförlaget),
Germany (List), and Norway (Cappelen). Talk to Editor-in-Chief Charlotte
Jorgensen at Aschehoug.
And in Canada,
Sandra Birdsell is back with her long-awaited third novel The Rüsslander,
about the life of a tightly-knit Mennonite community in pre-Revolution
Russia, as seen through the eyes of the teenaged Katya. Said to be “decadent
with detail but frugal with sentimentality,” the book was inspired
by stories Birdsell had heard about her Russian grandparents, who along
with thousands of other fleeing Russian Mennonites landed in the Canadian
prairies. Now an old woman in Manitoba, Katya looks back on the anarchic
time after the Revolution when the pacifist Mennonites were sitting ducks
for roving bands of thieves. The book was nominated for Canada’s
Giller Prize, and is currently on submission in a number of markets, with
buzz said to be strong in Germany. We’re told film rights are a
hot item, too. See agent Bruce Westwood at Westwood Creative Artists for
rights.
©2002
Publishing Trends
05/12/2002
Diario EL MUNDO
HIPERTEXTOS
LITERARIOS
Recortes
de Prensa
Críticos literarios y perros
Artículo
Ángela Vallvey
Articulista
A mí la crítica siempre me había tratado bien, incluso
con excesivo mimo, hasta no hace mucho. Eso si exceptuamos a un poetastro
de tercera que escribió (es un decir) cuatro líneas envenenadas
sobre uno de mis poemarios. Por entonces yo acababa de recibir a mi perro
Yeltsin, que era pequeño y parecía más bien un cerdito
haciendo sus necesidades a todas horas por el suelo de la casa. Debido
a las malas costumbres del animal, tuve que poner hojas de periódico
por todos lados, que luego recogía con su miserable carga y depositaba
en la basura. En una de esas ocasiones me pareció ver la reproducción
de la portada de mi libro de poemas sobresaliendo a duras penas
por debajo de la caca de mi mascota. La curiosidad me llevó a retirar
la mierda con un palo para poder leer con amargura lo que mi perro tan
piadosamente me había ocultado: desprecio y ponzoña mal
garabateada contra mi libro y, lo que es peor, contra mi persona. Entonces
sentí que me abofeteaban, y me sorprendió la sensación
inédita de ser vapuleada sin saber por qué. Desde entonces
me pregunto por qué los escritores tenemos que soportar la violencia
de la crítica sin poder defendernos jamás, sin poder gozar
del derecho a réplica, o de los duelos de honor. Todos sabemos
qué extrañas combinaciones de intereses y de azar llevan
a unas personas, y no a otras quizás con más valía,
a ejercer la crítica literaria en los periódicos, cuando
la auténtica crítica canónica se hace (o debería
hacerse) en las universidades. Todos sabemos que hay críticos temibles,
que al final son un hazmerreír entre su propio círculo;
y críticos misóginos que, encima, son unos pobres imbéciles
que sí se ocupan de mujeres escritoras mientras cumplan la condición
de llevar un mínimo de cien años muertas; y hay críticos
que ejercen su pasatiempo en los periódicos tratando
de conseguir puntos para pagar su entrada en la Academia (¡ah, la
Academia y sus Expedientes X!); y críticos que critican lo que
toca porque les dicen qué y cómo toca; y críticos
a los que de verdad sólo les interesa la literatura porque la aman,
y no atacan o ensalzan a la persona que la escribe, sino que únicamente
analizan la obra: estos son los valiosos e interesantes de verdad, pero
también aquellos a los que no hace caso nadie, ni siquiera en sus
propios periódicos. Por eso suele acontecer que, para los escritores,
leer cualquier crítica (de los libros propios, claro) acaba siendo
un acto lleno de desagradables sorpresas: como limpiar los excrementos
de un cachorro inteligente que ha puesto encima del texto del crítico
correspondiente un trozo sabroso y humeante de su propia medicina, a juego
con sus palabras.
2003,
reseña de José Manuel López de Abiada
ÁNGELA VALLVEY: LOS ESTADOS CARENCIALES, BARCELONA: EDICIONES DESTINO,
2002, 366 PÁGS. (COLECCIÓN ANCORA Y DELFÍN, 950)
Excepción
hecha de las obligadas notas de rigor surgidas al socaire del anuncio
de la concesión del premio, el Nadal de novela de este año
no ha gozado a mi juicio de la debida atención crítica.
Otorgado a la poeta y narradora manchega Ángela Vallvey por su
tercera novela, Los estados carenciales fue presentada en los rotativos
españoles e hispanoamericanos como alegato a favor de la vida y
sátira sobre los llamados libros de autoayuda. La autora declaró
en la primera entrevista tras el fallo del jurado que era una novela sobre
la felicidad en tono "sarcástico", acaso porque ponía
en solfa los prontuarios de autoayuda. Como se recordará, la obra
debe el título a un popular anuncio de un conocido medicamento
que prometía alivio inmediato a "los estados carenciales".
Así las cosas, no sorprende que no pocos de los apresurados exégetas
hayan caído en la trampa de considerar que se trata de una novela
de humor. Verdad es que nos hallamos ante una obra divertida, pero no
es menos cierto que su referente es La Odisea, por lo que la protagonista,
Penélope, es a la vez – en clave posmoderna – reencarnación
antagónica y cabal contrafigura del fabulosos personaje homérico,
puesto que abandona a su hijo de tres meses Telémaco y a su marido
Ulises (pintor de profesión), harta de sus deslealtades e infidelidades.
Un abandono del hogar, por tanto, pero a "la inversa", a contrapelo
de la "norma", y desde un supuesto desamor que no es otra cosa
que la búsqueda exasperada y dolorida de la felicidad, a sabiendas
de (y en sintonía con) el schopenhaueriano subtítulo interno
(sólo aparece en el índice) de la novela: "La suerte
de los mortales". Una búsqueda que lleva pegada a sí
y grabada con hierro de res brava una sombra perenne e íntima:
nuestras carencias. No en vano la novela consta de tres partes, a su vez
arropadas por un introito a modo de epígrafe, un apéndice
y una nota de la autora, cuyos títulos hablan por sí solos:
"La suerte de los mortales", "Lo que representamos",
"Lo que tenemos", "Lo que somos", "Eudemonología
(Pequeño arte de ser feliz)" y "Nota de la autora".
Si la parte primera focaliza preponderantemente a Ulises y los contertulios
que semanalmente se reúnen en la Academia (dirigida por el "maestro"
Vilialfo Alberola) con ánimo de alcanzar la fidelidad y poner remedio
a sus carencias, la segunda se centra ante todo en Penélope. La
tercera vuelve a dar protagonismo a Ulises, que se revela a la postre
como el personaje más sensato, irradia cierto equilibrio y se manifiesta
como héroe de su tiempo, capaz de retomar las riendas de su vida:
vuelve entusiasmado a la pintura (y conoce el éxito en memorable
exposición), al gimnasio y a su amor por Penélope, tras
hallar remedio a sus penurias en la Academia y en las enseñanzas
del maestro, que le ha abierto las puertas de la filosofía. Quizá
la adición de las dos primeras partes (lo que representamos y lo
que tenemos) constituya la tercera (lo que somos). Una adición
y un resultado transidos y cuajados de preguntas formuladas desde una
renovada tradición y desde la serena indagación ontológica
y la hodierna realidad cotidiana. Elementos todos que desdicen con autoridad
y soberanía la tentación de recurrir al fácil recurso
a los libros de autoayuda, puesto que parten de la reflexión y
del deseo de sacar a la superficie lo que las veloces urgencias de cada
día se empeñan en ocultar. Y el todo desde una voluntad
de estilo, un pulso narrativo, un oficio, una prosa y una pasión
poco frecuentes en la narrativa española contemporánea.
José
Manuel López de Abiada
Mar
12 marzo 2002
Dati
e Classifiche ALICE NEWS
Mar 12 marzo 200215:10
In Spagna "Baudolino" tra i più venduti Domina la classifica
dei libri più venduti in Spagna, "Los aires dificiles"
di Almudena Grandes (Tusquets), romanzo ancora non edito in traduzione
nel nostro Paese; seguito da "El arpista ciego" di Terenci Moix
(Planeta) e da "Soldados de Salamina" di Javier Cercas (Tusquets),
testo che ha avuto un grande successo anche in Italia nelle edizioni Guanda.
Al quarto posto si colloca "Los estados carenciales" di Angela
Vallvey (Destino). Umberto Eco con "Baudolino" si inserisce
al quinto posto: la presenza nelle classifiche europee del nostro intellettuale
ci rende particolarmente orgogliosi. È possibile acquistare libri
in lingua spagnola direttamente da Alice.it.
Link: Francia.
I libri più venduti Per acquistare i libri in lingua spagnola
Sezione: Dati
e classifiche
Argomenti: classifiche
Parole chiave: Umberto Eco;
Area Geografica: Spagna
2002-
reseña de Tomás Hernández (Los estados carenciales)
Los estados carenciales
Presentación.
Las apariencias
a veces son poco de fiar. Los filósofos, los físicos y el
sentido común se ocupan de eso. La apariencia puede engañar
en la lectura de esta novela. Su aparente frivolidad, arte que sólo
menosprecian quienes se sienten incapaces de practicarlo, y su ligereza
esconden el transcurrir de la comedia humana. La observadora lo hace con
el distanciamiento que le proporcionan sus muchísimas lecturas,
el humor y unas frecuentes dosis de estoicismo.
En su organización la novela creo que busca ese aire de representación
teatral. La Primera Parte nos muestra a los actores. El espacio fundamental
es la Academia de Viliulfo Alberola. La perspectiva se reduce y la Segunda
Parte transcurre casi toda en una agitada cena y en torno a la mesa. De
la fauna novelística de la Primera Parte, sobresalen en ésta
Penélope y Ulises. Sin embargo las referencias a la Academia ya
cerrada reaparecen al final de la Segunda Parte.
El tercer acto, así pueden llamarse las partes de esta historia,
tiene una doble disposición. El punto de vista se reduce al monólogo
interior de Ulises. Pero este monólogo adopta el uso -¿conversacional?-
de la segunda persona. Como cuándo te preguntas a ti mismo, ‘cómo
has podido ser tan idiota?’ El espacio ahora es la Galería
de Arte. Paralelo al monólogo incesante de Ulises, las voces del
coro de los alumnos de la clausurada Academia que acuden a la exposición
de Ulises. La historia completa así su ciclo. Ulises, como Odiseo,
acaba su viaje desde una Troya-Academia a las sábanas de Penélope.
El poema de Kavafis ‘Viaje a Itaca’ que encabeza esta última
Parte y su sentido de la vida creo que no es casual. Su viaje es el reconocimiento
como pintor. Pero el lector cierra la novela con la duda de si sábanas
y fama serán perdurables.
Hasta en la primera frase de la novela y una de las últimas hay
cierta relación. ‘Hay cosas que más vale no saber,
y otras que es mejor olvidarlas’. ¿Qué cosas? Trescientas
páginas después leemos: ‘El amor y la vida, al revés
que el dolor, son cosas poco exactas’. Y ése es el asunto
de esta novela, el amor en algunas de sus variantes, la vida, pero no
como trasunto literario sino como disparatado transcurrir. Unas vidas
reales hechas sin embargo con una urdimbre de citas y referencias literarias
y filosóficas. Y la incertidumbre en la que se agazapan el dolor
y la muerte. El hilo conductor siempre es el mismo, la búsqueda
de la felicidad. Tenga esta el rostro que tenga: fama, filantropía,
sexo, poder, ternura.
Los títulos de las tres partes son explícitos. ‘Lo
que representamos’ y el teatro de la Academia. ‘Lo que tenemos’,
la Segunda Parte, establece otra relación entre los títulos
(angustia, dependencia, temor) y la mesa bien abastecida, espacio principal
como ya hemos dicho, de esta Parte. Hay que andarse con cuidado con esta
obra. Lo que parece casual, a veces no lo es tanto. La Tercera Parte,
‘Lo que somos’ no concluye con la misma claridad para mí.
En las paredes, los cuadros de la exposición. Entre ellos, los
asistentes de la Academia y sus vidas unos meses después. Las mismas
miserias. Los mismos pequeños gozos. Pero no han cambiado. Son
lo que eran. Quizá la suma de lo que representamos + lo que tenemos
= a lo que somos. Puede ser.
Y para acabar con la organización de la novela un elemento recurrente:
la lluvia. No sé por qué. Pero está ahí incluso
cuando no está. En el principio del verano seco se recuerda la
lluvia. ¿El regusto mallarmiano de que la primavera ha matado al
íntimo invierno?
Cada uno de los capítulos de la Primera Parte lo encabeza una cita.
La mayoría de autores griegos y latinos. ¿Qué cosas
es mejor no saber? ¿Qué otras por el contrario no debemos
olvidar? En las citas hay algunas de las respuestas.
Y por último, lo esencial. El festín que es esta novela.
El conocimiento nunca libresco de los autores clásicos, las referencias
al mundo de la ciencia, el guiño continuo de las citas y las alusiones
que no entorpecen y que encajan de tal forma en el texto que bastantes
de ellas se leen como parte del mismo.
Las lecturas.
‘¿Qué es la felicidad?, y... ¿puede alcanzarse
a través del Bien?’ Esta pregunta que aparece en la primera
parte de la novela, en el escenario de la Academia (Pág. 63) es
esencial en este libro. Lo ha sido en la historia del Pensamiento. Su
importancia está en que es una pregunta ética. Y me gusta
encontrarla en una novela que en apariencia se ocupa de asuntos cotidianos
y banales. De la supervivencia de cada día. Y me gustan las preguntas
éticas porque las echo muy en falta en la poca narrativa española
que leo, quizá esté en la mucha que desconozco. Pero no
es responsabilidad del todo mía este abandono. Algunos de los novelistas
que leo me parecen irregulares. Me sucede esto con Muñoz Molina.
A otros no los entiendo, como a Javier Marías. Después de
comienzos de novela prometedores (Mañana en la batalla piensa en
mi, Corazón tan blanco) la historia se pierde en reflexiones algo
tópicas. Y por último, bastantes de los asuntos de la novela
española no me interesan. Quizá también la edad sea
responsabe de este abandono. Como decía Josep Plá, no es
muy recomendable leer novela pasados los cincuenta. En todo caso releer
las buenas. Ni que decir que entre poetas estos asuntos de la ética
no suelen ser muy frecuentados. Y eso me parece una ingenuidad, y se paga,
o una irresponsabilidad que es peor aún. Y no hablo, claro es,
ni del maniqueismo narrativo a lo Galdós, ni de aquellas cosas
de la poesía social de los 50 y 60.
A veces los libros se cruzan en la vida de uno como las personas. Coinciden
dos lecturas en apariencia dispares a las que sin embargo une algo más
que la coincidencia temporal de la lectura. Me sucedió con Los
estados carenciales y el libro de Sebastian Haffner Historia de un alemán.
¿Qué puede haber en común? Sebastian Haffner, autoexiliado
por vergüenza de la Alemania nazi, se justifica al tomarse a sí
mismo como sujeto de su libro. Él es un berlinés anónimo.
Lo que se define, tópicamente, como un ciudadano común.
¿Por qué lo hace? Porque las abstracciones que luego pasan
a los libros en los que se explica una época, una personalidad
o un fenómeno olvidan la forma en que estos hechos se vivieron.
La manera en que afectó a esas vidas comunes o las dejó
indiferentes. Porque es viviéndolas como las ideas se hacen realidad.
Sintiendo como forman parte de nuestras decisiones. Y eso unía
mis dispares lecturas simultáneas que dos circunstancias diferentes
hicieron coincidir. Había en ambos libros una misma pregunta: ¿se
puede ser feliz en un mundo perverso? Sea cual sea la respuesta, hay que
dar testimonio de nuesto deber de intentarlo. ‘El oficio del hombre
es vivir’, creo que repite Hölderlin en un par de ocasiones.
La indagación de la ética como lo que fue, la búsqueda
de la felicidad, la hace Ángela Vallvey en un doble plano. Primero
la lectura de textos sobre este asunto. Luego, el comportamiento siempre
expuesto, nunca juzgado, de sus personajes. El acierto: la forma en que
ambos planos – lecturas, peripecias biográficas de los personajes-
se cruzan, mezclan, aparecen en la voz del narrador, se confunden el uno
en el otro.
De ese doble
plano -lecturas, personajes- voy a ocuparme en las líneas siguientes.
‘Cierta
vez (hace tiempo de aquello), Vili le leyó a Penélope un
fragmento de la obra china Lun Yü: Los antepasados que pretendían
ilustrar la iustre virtud en todo el reino, primeron ordenaron sus propios
estados. Como desaban ordenar sus propios estados, primero arreglaron
sus familias. Como deseaban arreglar sus familias, primero procuraron
cultivarse ellos. Como deseaban cultivarse ellos, primero enmendaron sus
corazones. Como deseaban enmendar sus corazones, primero trataron de ser
sinceros de pensamiento. Como deseaban ser sinceros de pensamiento, primero
ampliaron al máximo sus conocimientos. Dicha ampliación
del conocimiento reside en la investigación de las cosas’.
(Pág. 198)
‘Penélope
sabe, sabe y sabe. Y cuánto más sabe más la abruma
el peso de todo lo que no sabe. Pero, vaya, ¿qué puede decir?’
(Pág. 233)
‘Hoy
día hay poco espacio para la filosofía en el mundo. La gente
no sabe que la filosofía es el arte de vivir, de vivir bien. La
gente no sabe lo que es la filosofía ni lo que es nada. Y yo me
siento un viejo filósofo cansado. Me gustaría tener un poco
de paz. Eso es todo’. (Pág. 283)
Estas tres
citas y algunas más que podrían señalarse resumen,
así lo creo, el asunto esencial de la novela. Si el conocimiento,
la filosofía, no sirven para ser mejores y un poco más dichosos
¿qué estamos haciendo con la cultura? ¿En qué
la convertimos? La cultura o es ética o no sirve de mucho. Se ha
promocionado la novela como una especie de parodia divertida sobre una
filosofía del pragmatismo. Quienes así la lean, creo que
se pierden el sabor de esta novela, su humanismo estoico. Su reflexión,
esencial a mi entender, sobre el bien y la dicha. Su moraleja, no explícita,
parece ser, debemos intentar ser felices desde el bien. El rencor mata.
Y esa es una elección ética.
Frente a estas
tres citas, éstas otras:
‘¡Qué
difícil es resistirse a la adulación! La adulación
se sirve de todo para ser eficaz y conseguir los propósitos del
lameculos de turno. Se aprovecha de la debilidad y del desánimo
ajenos, incluso de la mentira (adornada de verdades, eso sí) (Pág.
127)
‘Que
debe conocer bien sus defectos y no explicarse con demasiada claridad,
porque la mayoría de las personas no valoran lo que entienden y
veneran lo que les resulta idescifrable. Pénelope ha aprendido
el arte del disimulo, porque ser transparente en un mundo despiadado significa
no tener futuro: por eso es necesario enmascararse a menudo. (158)
‘--
Dice el proverbio que la persona que hace su fortuna en un año
debería haber sido ahorcada doce meses antes’. (255)
La adulación,
el fingimiento, el querer poseer más de lo que necesitamos son
las larvas, entre otras, que minan la cultura, el conocimiento como ética.
Y esa idea me gusta mucho que articule un libro en apariencia tan distante
de eso como ‘Los estados carenciales’.
A mi entender un narrador debe hacer bien tres cosas: contar una historia,
no aburrirte y saber escribir. De esto último me ocuparé
en la segunda parte de estas notas.
Como ya he mencionado, se ha dicho de esta novela que es una parodia y
a mí no me lo parece. También se ha dicho hasta el hartazgo,
que es una obra contra los llamados libros de autoayuda. Y este libro
no es contra nada, sino a favor del pensamiento como una manera de explicarnos
nuestras insignificantes vidas, dentro de una especie a la que hemos dado
en llamar ‘homo’, ‘homo sapiens, sapiens’ para
ser más precisos. Claro que la etiqueta la hemos creado nosotros
mismos, así que vaya usted a saber. Lo que sucede en esta historia
es que la realidad misma se pone en duda. Y esa realidad novelesca que
fuerza los límites de lo conmumente llamado realidad puede dar
una sensación de parodia. Pero creo que no lo es, sino sólo
una pregunta sobre la norma como ideología. ¿Quién
decide la norma? ‘Familia normal...? Pero ¿qué familia
lo era, en realidad?, objetaba Vili. ¿Qué era la normalidad,
podía alguien explicárselo?, porque, lo que era a él,
eso de normalidad le sonaba a un concepto poco menos que de psiquiátrico
y escurridizo y espinoso. Arduo de definir.’ (Pág. 66)
Por eso la fauna de esta novela puede ordenarse en parejas heterosexuales,
homosexuales, hasta en poliandria. Pero eso no es parodia, sino otras
formas de organización, de convivencia, que no llevan aseguradas,
por el simple hecho de ser diferentes, la dicha. Eso sí que habría
sido maniqueísmo ramplón e insoportable. Y abunda. O al
menos yo he tenido la mala suerte de encontrarlo más de lo preciso.
No es parodia porque en esta novela no hay burla, ni mucho menos sarcasmo.
Es por tanto, me parece, un asunto de perspectiva más que de parodia.
‘Las cosas... –pensó Penélope mientras se ponía
con cuidado unas medias-, las cosas parecen otras cuando las cambiamos
de sitio. Y las personas también.’ (Pág. 88)
La perspectiva puede ir desde las bragas que recriminan a la dueña
su abandono, personificación no demasiado feliz para mí,
hasta la desgarradora descripción de la primera regla de la muchacha
de trece años (Pág.
119)
Hay en esta novela una presentación del ser humano más como
especie que como individuo. El episodio de las cucarachas y su relación
como especie con la humana, recuerda pasajes de algunos libros de Stephen
Jay Gould.
El ser humano visto desde dentro como especie. Considerado en su fragilidad,
‘¿Por qué ibas a temer los temblores de tierra cuando
una flema puede ahogarte?’. (Pág. 128) Recordé al
leer estas palabras los versos de Juan Ramón Jiménez que
cito de memoria, ‘Pues somos un pobre saco / de sangre y huesos,
y un alfiler / ¿verdad?, puede matarnos’.
Esta observación, desde dentro, insisto, como especie dotada de
trascendencia, o sea, del conocimiento de su fugacidad, tiene uno de sus
mejores momentos en la visita que Penélope hace a casa de una de
las amigas de su madre. Su desnudo colectivo las muestra como especie
no como mujeres socializadas por la ropa, el prosopon, la persona, ha
caido. (Pág. 182 y ss.)
Esta idea del conocimiento como forma de vida no engaña a la autora
para proponer una cultura exclusiva del libro: ‘Todo no está
en los libros. En los libros no puede haber ni una pequeña parte
de todo lo que existe, de todo lo que es, de todo lo que hay, de todo
lo que ha sido.’ (Pág. 209) La cultura no está sólo
en los libros que ordena Vili en su biblioteca, (Pág. 237), también
es cultura la protección, el cuidado, la alimentación, la
higiene diaria de los cachorros de la especie, contra cuya etiqueta como
‘trabajo de la mujer’ o ‘ser madre’, se rebela
Penélope. (Pág. 238)
Desde esta visión del ser humano como especie, el sexo, nunca explícito
en la novela, subyace como aglutinante social. ‘De no ser porque
el sexo nos empuja a buscarnos los unos a los otros... ¿quién
se acercaría a quién? (Pág. 259) Al igual que el
abandono del individuo no apto ya para las necesidades de la especie (residencias
de viejos, pág. 299) el agrupamiento social en familias (Pág.
306) o el fracaso de los inadaptados (Pág. 326)
En lo que a la construcción de los personajes se refiere las técnicas
son también variadas. Desde la referencia a actrices (Natalie Wood,
Luz; Connie Selleca, Valentina) hasta el retrato. En éste, en el
retrato, a veces se parte de un fenómeno general de la naturaleza
para concluir en un rasgo del personaje. En otras la técnica elegida
es la de Los Caracteres de Teofrasto. En unas líneas iniciales
se define el rasgo elegido (La preocupación, pág. 262) luego
estos rasgos definidores se encarnan en el comportamiento de un personaje.
También a veces se usa el epíteto épico, un rasgo
esencial identificador de ese personaje.
Las palabras.
Sin lenguaje
no hay novela. Y el lenguaje es perspectiva. El lenguaje es el punto de
vista que el autor elige –o por el que es elegido, incluso -, para
contarnos una historia. A veces el propio escritor puede no ser consciente
de esta elección. Pero eso no importa.
‘Ah, el tiempo, ese maldito coleóptero que hace su insistente
pelota de mugre con la carne y la emoción’. (Pág.
251)
Una metáfora así podía resultar excesiva. Pero la
precisa colocación del adjetivo ‘maldito’ (coleóptero)
anula lo que pudiera haber de exceso. Este adjetivo es como una lente
que ajusta la imagen. En este caso la aleja. El uso del cientifismo ‘coleóptero’
por escarabajo, concluye el distanciamiento.
Sin la lejanía del impostado ‘maldito’ y el cientifismo,
la metáfora habría sido demasiado acumulativa: escarabajo
> mugre > carne > emoción. En nuestra lengua no se dice
‘maldito escarabajo’ sino ‘vaya escarabajo’. Mucho
menos, coleóptero.
Y esa es la perspectiva, el distanciamiento, en esta novela.
Por no salir de la metáfora:
‘La culpa es de un color gris verdoso y escuece como la picadura
de una abeja en el centro del corazón’. (Pág. 141)
El distanciamiento se logra ahora mediante la liviandad, pese a todo,
de ‘la picadura de una abeja’. Ligereza que se hace intensa
en el final de la metáfora, ‘en el centro del corazón’.
El lenguaje en que Jana ajusta su vida amorosa a las predicciones del
horóscopo me recuerda, después de los años, el lenguaje
de algunos momentos de Boquitas pintadas de Manuel Puig. Diez páginas
más adelante, no sé si intencionadamente o no, aparece el
título de una de las novelas de este autor, Un (El) pubis angelical’.
Esta perspectiva de distanciamiento de la realidad –creo que una
manera fructífera de hacerla novelable-, tiene varios recursos
y se aplica a diferentes asuntos del libro.
Un lugar común intencionado puede llenarse de un sentido nuevo
con una reflexión final. Me parece que es lo que ocurre aquí:
‘Los afectos nacen, crecen, envejecen y mueren también. Están
vivos igual que quien los siente. Hoy no experimentamos lo que ayer, ni
mañana lo que hoy, porque ni ayer, ni hoy ni mañana nosotros
somos los mismos. Y además, raramente sabemos quienes somos. (Pág.
250)
Para ajustar esta reflexión común, aún después
de la última frase, el uso de la cita indirecta de Gide con la
que concluye, ‘Nunca soy quien creo ser, y eso varía incesantemente,
decía Vili que decía Gide’, distancia aún más
el posible lugar común con el que se inicia la reflexión.
Una vuelta de tuerca sobre Heráclito, ‘nada es, todo cambia’
y además no nos enteramos.
Insisto en ésta quizá manía personal del distanciamiento,
no por regusto alguno de originalidad sino por entender que es importante.
La crítica de suplemento que es lo que yo he leído, ha hablado
de parodia en esta novela.
A mi entender no es así. La parodia divierte, pero no persigue
la emoción. Y la autora ha hecho muy bien, me parece, al no desdeñar
la emoción como elemento narrativo. Y hay que ser valiente en estos
tiempos para hacerlo cuando tanto se está bastardeando o arrinconando
algo elemental al parecer, que además de racionales (¿?)
somos emocionales. Ni bueno ni malo. Parece ser que es así. Y es
suficiente.
Por eso esta novela no me parece que sea una parodia. No persigue la burla,
que es esencial a este subgénero, sino, si se permite la paradoja,
la comprensión desde la distancia. Esto no se consigue con lo que
llamaba el estructuralismo, el punto de vista del narrador. La solución
de la paradoja – describir la minuciosidad de las vidas con lente
invertida -, sólo está en la sorpresa de la palabra justa,
de la cita exacta. Este aspecto, el de la cita, merecería un apartado
para su uso en esta novela. Me referiré brevemente a ella más
adelante.
De la parodia creo que se utilizan en esta novela dos de sus elementos.
Una cierta teatralización de la que ya he hablado al tratar de
la organización de la novela, y el humor.
El humor, elemento de la parodia, tiene en esta novela varios registros.
A veces su soporte es la hipérbole: ‘No quiere que su vagina
se ensanche tras el coito hasta hacerse tan grande como un túnel,
hasta que pueda entrar cualquier cosa por ella. Trenes, fugitivos, cualquier
cosa’. (Pág. 202). En otras ocasiones el recurso del humor
es la metáfora, ‘Mujeres. Pistilos de la flor del dragón.
Cómo se mueven’. (Pág. 304). Recordé, al subrayar
estas palabras en el libro, estos versos de Pound, ‘she is a goddess
and she moves like a goddes’. En otras ocasiones el humor aparece
bajo el absurdo, mediante la relación de términos incongruentes,
‘Creo que el chicle es estupendo para eso’ (pensar). Josep
Plá decía que fumaba porque le ayudaba a pensar.
En ocasiones un solo rasgo definidor del personaje provoca el humor mediante
el recurso de la antítesis. Recurso polivalente usado ahora como
causa de humor pero también como veremos para mostrar sentimientos.
Dos ejemplos en la misma página, donde la antítesis aparece
como origen del humor:
‘Y la literatura hacia la que él profesaba una idolatría
religiosa –sentía por ella una vocación de monje o
de vasallo -, se le escapaba a modo de agua entre los dedos, porque nunca
había sido capaz de escribir nada’. (Pág. 91).
La antítesis surgiría de la relación ‘vocación
de monje o de vasallo’ que sugiere entrega, laboriosidad, para ‘nunca
(...) escribir nada’.
La otra antítesis describe también mediante un solo rasgo,
la desidia, a otro perpetuo fingidor de actividad, ‘... de temperamento
inflamable, cascarrabias; y también un gran escritor en estado
latente’. (Pág. 91).
En otras ocasiones el origen del humor es la suspensión del sentido
lógico de la frase, su conclusión disparatada pero verosímil.
La verosimilitud es otro de los aciertos de esta novela. Las situaciones
resultan asumidas por el lector como reales (vida en poliandria, parejas
del mismo sexo, complejas relaciones de parentesco, centros para pensar...)
Esta escena que sigue podría ser ejemplo de esa suspensión
del sentido lógico:
‘—Mire usted, don Vili (...). Yo no consigo alcanzar la felicidad,
ni a través del bien ni a través del mal. Mi marido está
paralítico desde hace cinco años.
-- ¡Oh cielos! –Alguien sentado a su lado le preguntó
-: ¿Un accidente de tráfico?
-- No, no... –contestó ella- se desnucó en las escaleras
de casa mientras tratábamos de grabar un vídeo gracioso
para un concurso de televisión’. (Pág. 150).
La exclamación y el adjetivo, que transcribo en cursiva, remiten
a la misma idea del distanciamiento que se consigue mediante el lenguaje
mimético (¡Oh cielos!) y la adjetivación ‘gracioso’.
La imitación de los lenguajes especializados también sirve
para provocar la risa, la carcajada a veces, ‘Estás llena
de ideaciones celotípicas’ le espeta Ulises a Penélope.
(Pág. 225).
Éstos son algunos ejemplos del uso del humor en la novela. Hay
muchos más. El uso del eufemismo algo ridículo en el que
se pretende educarnos (invidente/ciego); la trivialización del
dolor de la separación con la cena fría de la nevera; Penélope
definiendo su edad en la entrevista de trabajo; la retórica de
lo inefable en el matrimonio Laura/ Francisco de Gay; la transcripción
en caracteres griegos del habla del griego...
Pero este humor, como ya hemos dicho, no es el de la parodia porque no
creemos que persiga la burla. Es la levedad de nuestras pequeñas
vidas la reflexión de esta novela. Su levedad, no su parodia. La
ignorancia de nosotros mismos, de la misma manera que Penélope,
adolescente y escolar aún, desconoce en los rasgos de ese muchacho
Héctor, al hijo que ella tendrá. Como desconoce también
las sensaciones que la alteran en presencia de Ulises y que experimenta
con la fuerza de los contrarios. Otro uso de la antítesis.
A veces la realidad se condensa mediante nominalizaciones: ‘Fútbol.
Comuniones...’ o ‘Exceso de velocidad. Monotonía...’
En otras ocasiones el paralelismo la muestra en un pensamiento condensado:
‘Fornicación y homicidio, se dice.
Lascivia y maldad, piensa.
Adulterio y traición, sospecha.
El infierno de Dante, recuerda.
Humor para vivir el infierno, no para la burla. Quien perciba esta novela
como una parodia que lea el episodio de la primera menstruación
de la muchacha en la página 119.
Comentar algo sobre el uso de la cita en esta novela sería largo.
Sólo una cosa. La cita o la investigación rebuscada se percibe
con frecuencia, el haber reposado memoria y cultura es lo que convierte
ambas en oportunas y eficaces. Habría para un trabajo sobre intertextualidad
en esta novela: directa, indirecta, literal, descontextualizada, etc.
Para acabar, que ya va siendo hora, diría que Los estados carenciales
está más cerca de los moralistas, Umbral ha llamado la atención
sobre este asunto, que de la literatura de humor. Es una novela llena
de pistas y complicidades. Una novela sobre la cultura y su función
en el vivir de cada día, esas pequeñas decisiones éticas,
en las atareadas y variopintas ciudades.
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